CUADRAGESIMOSEGUNDO
YO
Cuando
el Divino Forzudo cercenó de un tajo
las
siete cabezas del monstruo que habitaba
en
los pantanos de Lerna,
hinqué
mi tenaza en su nervudo pie
como
defensa de un servidor a su dueña.
Fui
aplastado por el héroe, pero Hera,
lista
a castigar los amores del Supremo,
me
introdujo en los cielos como Cáncer,
símbolo
exacto de la Gran Madre.
Retraído
como todos los cangrejos,
hinco
las pinzas tan profundo
que
no escapa el capturado.
De
otra parte, sin embargo,
doy
mi corazón a los leales,
y
lecciones de valor a los traidores.
Por
tales cualidades honran mi presencia
los
que conocen mis odios refinados
en
el campo de los vivos y los muertos,
ya
en la tierra o en el amplio firmamento.
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