jueves, 10 de julio de 2014

Del libro "Por si las moscas"



DON JOSÉ ISAZA

Betunados zapatos de charol,
un espejo nocturno su corbata,
saco a la medida bien planchado,
igual que camisa y pantalón.
Ejemplo de templanza y disciplina,
me honró con su verbo sosegado.

Menos festivo tal vez que don Alfonso,
siempre amable, sencillo y educado,
guía insuperable en las asignaturas
que dictó con voluntad kantiana.
Vigilante y atento en los recreos,
colega, consejero, buen ejemplo
de cualidades hoy desconocidas.

Reconocimiento y gratitud perpetuos
para este profesor que tanto quise,
por infundirme valores y otras cosas
necesarias en mi lucha intermitente,
como escudo contra el desaliento.

Buen viaje don José, maestro amigo;
hoy como nunca lo recuerdo atento
en ese devenir, por mi dolor, eterno.
Su alumno trashumante le desea
un sendero de bordes metafísicos,
donde reinan las causas inefables
no comprendidas por poetas legos.

Del libro "Por si las moscas"



DON ALFONSO RODRÍGUEZ

Pulcro en el vestir y de palabra fácil,
amplia sonrisa y dientes pronunciados,
franco en expresión, amante de las normas,
comprensivo con alumnos y colegas,
respetuoso y tolerante con el mundo.

No carente de un rigor adusto,
defendió la disciplina y el civismo
como algo parecido a lo perfecto.
Excelente pedagogo y sabio
en enseñanzas y argumentaciones.

Maestro de mi vieja escuela,
amigo leal como ninguno,
que con amor paterno corrigió
mis fieros y constantes desafueros
de joven indomable y tímido.

Por él descubrí las emociones
que producen la música y el canto,
el placer del dibujo y la escritura,
el respeto por las matemáticas,
la historia universal y lo científico.

Ignoro si aún vive, y en qué sitio
de esta ciudad arrebatada y bella
que no quiere dejar la Edad del Plomo,
donde habito quizás desconocido
mientras voy amansando los leones
que rugen en mi pecho como un trueno.

Donde quiera que vaya don Alfonso
le rindo el homenaje merecido,
el más sincero que pueda dar mi afecto,
en tanto siga respirando el aire,
cada vez contaminado y fétido
por los miasmas que supura el suelo
de esta dura y singular metrópoli.