BAJO EL SOL DE MARZO
No pretendo escribir poemas nuevos
–escribir demasiado es un error–.
Sólo intento recordar el mar,
limpio y rizado bajo el sol de marzo,
con verdes costas de selva tropical.
Me gusta recordar también el aire
de cuando fui tripulante,
aficionado a los forzudos DC-4
de aspas ruidosas, veloces y dispuestas
como pájaros hambrientos
en lejanos horizontes y ciudades.
Mar y cielo, para siempre unidos
por mi flaca memoria autodidacta,
son el canto y la belleza juntos,
con ribetes de dicha y de nostalgia.
Recordar es vivir, dice la gente
con una mezcla de razón y engaño.
En mi caso, es un amor constante,
que no piensa humillarse ante el olvido
ni ante la dura amenaza de los años.
Por eso, escribir nuevos poemas
me parece un error –como ya dije–,
y no es justo saturar a los lectores
con palabras vacías y enredadas
que nada ofrecen bajo el sol de marzo.