viernes, 5 de octubre de 2012

Del libro "León hambriento el mar"



EL HOMBRE QUE VIVIÓ EN EL MAR

Aquella noche el viejo Saunderson
no tuvo en quién desalojar su furia,
mientras el viento del Este, taciturno,
traía de la vasta inmensidad
el ronco sonido de las marejadas.

Todo era deslumbrante para el ansioso joven:
la charla de los tripulantes,
el alquitrán y la estopa,
el crujido de las jarcias,
el graznar de las gaviotas.

Con el romántico nombre de Freelove,
su primer buque fue un destartalado carbonero
pesado y bullicioso: Nueva Zelanda – Hawai –
Australia – Estrecho de Bering – Terranova –
Buena Esperanza – Nueva Caledonia – Tahití...
Casi todo el Pacífico y parte del Atlántico,
entre muchos otros lugares,
dieron testimonio de su tenacidad
como viajero incansable,
matemático y astrónomo.

Refutó la existencia de míticos países
y supuestos pasadizos
indicados en los mapas de la época.
Los astros se unieron a su rumbo,
cuando Venus cruzó el disco del Sol
el 3 de junio de 1769,
suceso irrepetible en lo restante del siglo.

Aprendió a conocer el carácter de los hombres
y el trabajo encalleció su cuerpo
pero no su corazón.
Practicó la honradez,
las buenas maneras y los altos ideales.

Como grumete su vida fue muy dura.
Luego pasó a ser marinero,
después contramaestre y finalmente capitán.

Años más tarde, cuando arreció la tormenta
destruyendo mástiles y haciendo trizas las velas,
los nativos aprendieron que su dios era mortal.
Su cúter fue robado para sacarle los clavos,
en tanto el brujo de la tribu
declaraba el distrito como un extenso tabú.

En medio de estampidos de cañones
y atrapado entre lanzas y flechazos,
el gran navegante sucumbió.
Los sobrevivientes arrojaron sus restos
al sitio por él denominado:
Las oscuras profundidades de mi hogar.