miércoles, 19 de marzo de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"




TRAGEDIA Y VENGANZA DEL HERRERO

Cuando las tres valkirias
dejaron a los tres hermanos,
éstos quedaron tan tristes y dolidos
que los dos primeros
se lanzaron en su búsqueda afanosos
con sus zapatos de impoluta nieve
por las heladas cordilleras nórdicas.

Pero Völund prefirió quedarse en casa
al pensar que cualquier persecución
sería inútil, peligrosa y zafia.
Halló alivio en el anillo de su esposa
como prueba de amor inquebrantable,
pensando que ella volvería a su lado.

Hábil herrero, fabricó enseguida
distintos elementos de oro y plata,
muchas armas con poderes mágicos
y más anillos como los de su esposa,
hasta que una noche perdió el original
mientras los otros subsistían intactos.

Sus esperanzas se vieron renovadas
creyendo que su valkiria andaba cerca,
hasta ser capturado por un sueco
que robó su espada y otras joyas
fabricadas con oro puro del Rin.

Fue luego conducido hasta una isla
y desjarretado para impedir que huyera,
pero forjó nuevas armas y ornamentos
además de un intrincado laberinto
llamado en Islandia Casa de Völund.

Desesperado, decidió vengarse
planeando su posible fuga,
e hizo dos alas como las de su amada
cuando huyó con las demás valkirias.

Un día el rey lo visitó temprano
llevándole la espada sustraída
para que se la dejara como nueva,
y Völund la trastrocó por otra
carente de poderes mágicos,
secuestró a los hijos del monarca
para matarlos sin piedad alguna,
hizo vasos con su par de cráneos
y aderezos con los dientes y ojos.

Fue el rey a restaurar su anillo,
robado al reo, como dije antes,
regresando a la cabaña del herrero,
donde bebió una pócima narcótica
que lo hundió en profundo sueño.

El prisionero remontó su vuelo
con las alas que tenía escondidas,
fue a palacio y relató los crímenes
de su majestad, que ya despierto
obligó al hermano del fugitivo
(caído también en su poder)
a derribar con numerosas flechas
al villano que así lo escarnecía.

Egil disparó a Völund bajo las alas
donde ocultaba entre cosidas bolsas
la sangre extraída de los jóvenes;
así el herrero se fugó triunfante
para devolver la espada Odín,
y que éste se la diera a Sigmund.

Después de sufrir tan duras pruebas
Völund regresó donde su esposa,
que ansiosa lo esperaba arrepentida
en el lugar que juntos escogieron,
donde fueron felices hasta el día
en que vino el ocaso de los dioses.