LAS OLAS
Ran y Egir
tuvieron nueve hijas
llamadas Olas o Doncellas de las Olas,
cuya hermosura
se hizo proverbial:
brazos y pecho
de líquida blancura,
ensortijada
cabellera, larga y rubia,
ojos azules y
esculturales formas.
Fascinantes, inquietas
y sensuales,
les gustaba
retozar en las llanuras
de los vastos
dominios de su padre,
ataviadas con
velos transparentes,
verdeazules,
nacarados y ligeros.
Alocadas y
volubles en sus actos,
trocaban su faz
de alegre a hosca
en medio de
vaivenes y huracanes;
se incitaban sin
tregua mutuamente
mesándose el
cabello con crueldad
y rasgando sus
trajes con violencia.
A veces se
estrellaban en los riscos
intentando
perseguirse unas a otras
con tenaz y
perverso atrevimiento,
jugando entre
abortados temporales
o retando
torbellinos y tsunamis.
Jamás se
distanciaban de la playa,
a menos que su
hermano el Viento
decidiera
acompañarlas en el viaje,
cuando su estado
anímico era brusco,
impulsivo,
turbulento y peligroso.
Preferían
caminar de tres en tres
junto a los
barcos vikingos,
entre focas,
marsopas y delfines,
cuando estos
estrategas decididos
superaban los
obstáculos en ruta
al compás de su
heroico destino.