
JOSÉ PRUDENCIO PADILLA
Nacido en Riohacha, el 19 de
marzo de 1784,
fue acusado de traición
contra Simón Bolívar
y ejecutado en Bogotá, el 2
de octubre de 1828,
con otros tantos compañeros
tildados igualmente de
conspiradores.
Marino y militar brillante
en las guerras de
independencia americana,
fue excluido de la historia
por su figura parda
y ascendencia negra, pese a
la popularidad
que tuvo como senador de la
Gran Colombia,
engendro del país que
padecemos hoy.
Su sangre guajira le dio un
espíritu guerrero,
una pasión indeclinable por
la libertad,
una vocación heroica, un
deseo de aventuras
y un amor infinito por el
mar.
Combatió contra Nelson en
Trafalgar
antes de sufrir prisión por
la derrota,
después de la cual decidió
que lucharía
solamente por la tierra que
le dio su ser.
Cuando el sitio de
Cartagena, logró escapar
de la hambruna, la captura y
la ejecución
rompiendo la línea de la
escuadra realista,
que impedía la salida de sus
habitantes.
José Prudencio realizó
varias acciones
que lo llevaron por islas
del Caribe
en medio de aventuras y
victorias,
hasta obtener el grado de
capitán de navío.
Contramaestre del bergantín Independiente,
derrotó a Neptuno, una fragata española,
con el cañonero republicano Concepción,
ganando ascenso como alférez
de fragata.
Participó en las campañas de
Casanare
trasportando tropas y
material de guerra,
y actuó como segundo en la
toma de Riohacha,
batallas de Laguna Salada,
Pueblo Viejo,
Tenerife, La Barra, Ciénaga
de Santa Marta
y Ciénaga San Juan de
Tocaguá
Derrotó las fuerzas
españolas
dejando a Cartagena en manos
granadinas;
alcanzó el rango de general
de brigada
y comandante general
del Tercer Departamento de
Marina
en la escuadra de
operaciones contra el Zulia.
Dirigió la campaña hacia
Venezuela
al mando de cinco
bergantines, siete goletas
y diecisiete embarcacones
más,
triunfando frente al
castillo de San Carlos
en la batalla naval del Lago
de Maracaibo.
Tales hazañas lo llevaron a
general de división
con medalla de oro y pensión
anual de 3.000 pesos,
compensación inferior a la
de otros militares
que combatieron en la guerra
junto a él.
Su piel oscura de nuevo
había impedido
el reconocimiento y los
honores merecidos,
siempre negados por la casta
criolla.
Despojado finalmente de
insignias militares,
fue fusilado en la Plaza de
la Constitución
antes de ser colgado en la
horca
como cualquier traidor o
bandido impenitente,
en tanto a Santander le
conmutaban la pena
por un exilio en
Europa y en los Estados Unidos.