martes, 30 de octubre de 2018

Del libro "Abecedario poético y otros tantos"



















Jano, cuadrifronte amigo:
Dame tus ojos, voluntad y acción
para buscar a la mujer que amo.
¿Dónde está ella?... Dime,
¿en dónde se ha escondido?
Si no la encuentro
seré un modelo de pesar y olvido.

Apiádate de mí, dilecto Jano,
quitándome esta ausencia que me mata.
No puedo más con el dolor que agobia
mi enfermo corazón despedazado.

Su indiferencia me tiene conmovido.

¿Qué puedo hacer para que esté a mi lado?
Sin ella, mi vida es un infierno
de hielo y soledad, que no soporto.

No me dejes vivir sin su ternura,
sus besos y caricias seductoras.
Si no la encuentro,
moriré solo, de pesar y olvido.

domingo, 21 de octubre de 2018

Del libro "Abecedario poético y otros tantos"


















NAVEGAR Y VOLAR ES MI DESTINO

Ataca con fuerza la cotidianidad:
los achaques, el mercado, los servicios públicos,
el robo, la mentira, el crimen, el secuestro,
la desaparición forzada, la extorsión,
los parientes, los amigos y,
sobre todo,
los enemigos ocultos y gratuitos
que rabian diariamente por mis logros
y se deleitan con mis males.

Mientras ocurren estas cosas
me muevo en otros mundos
con las armas de la imaginación,
el canto y la poesía.
Otros cielos, otros mares y otros puertos,
en horizontes más amplios y felices,
me esperan
alejados del hollín y de la escoria.
Aguas más limpias bañarán mi cuerpo,
mis fracasos y posibles glorias.

Navegar y volar es mi destino
hasta el día en que la muerte llegue
con su experta guadaña entre las manos.
Partir antes o después no es el problema,
y si lo fuera,
sé resolverlo sin temor alguno.

viernes, 5 de octubre de 2018

Del libro "Abecedario poético y otros tantos"


















LA ÚLTIMA NOCHE

Una de esas noches tormentosas,
en las cuales aparecen los relámpagos,
caen rayos y se escuchan truenos,
llegó hasta mi ventana, y deslucida
rompió el vidrio con sus flacos dedos,
mientras me decía:
“Te abrazaré, porque quiero que seas mío
en la noche interminable de los tiempos”.

Asentí, con la esperanza
de juntar mi cuerpo con su cuerpo helado.
“Gracias”, dijo, y extendió sus brazos
buscando el contacto prometido.
Fue un abrazo delirante y frío,
más frío que la noche tormentosa.

“Dame tu calor”, le dije,
“como lo hacen los amantes que conozco
y lo cuenta la historia en sus escritos.
Quiero volar, ver los astros y la luna,
escalar cumbres y mirar el mar.

“Imposible”, respondió.
“No alentaré tu corazón, aunque te amo.
Mejor, busca quién prosiga este poema,
porque vas a descansar eternamente
sin que puedas escribir de nuevo.

Le di las gracias y entorné los ojos
mientras Ella exploraba el firmamento
en su loca carrera sobre el mar.
Y para siempre me quedé dormido.