EL
RESUCITADO
Las
Antillas son mi campo preferido
porque
allí me regresan a la vida
y
saben aprovechar mis cualidades.
Soy
experto en venganzas y otros actos
merecedores
de tomarse en cuenta.
Para
tener esos favores me convocan
cuando
ya seleccionaron al difunto,
que
nombro entonces mi representante
con
el fin de seguir las instrucciones.
Prefiero
instigadores conocidos,
pues
cuando me reclaman forasteros
distorsiono
mi objetivo libremente
y
embromo cuanto pueda lo encargado.
Realizo
tareas deshonrosas y humillantes
cuando
amo de verdad al que me invoca;
si
ocurre lo contrario le lanzo escupitajos
insuflándole
mis vahos demoníacos
hasta
que convulsione y empiece a vomitar.
Pido
ron y cigarros después de mis labores,
que
degusto lenta y complacidamente
mientras
voy de regreso hacia mi tumba
y
los vivientes retornan a sus casas.
Los
que abrigan temores contra mí
procuran
siempre mantenerme lejos
con
semillas de tabaco en sus alcobas
como
aconsejan los brujos del poblado,
pero
sigo invulnerable y muy sereno
ofreciendo
mis instintos vengativos
en
la espléndida región de las Antillas.