sábado, 5 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



MUELONA

No hay mujer más bella entre los mitos
que la Muelona. Y la Muelona soy yo.
Exhibo mis atributos
con sonrisa insinuante y enamoradiza.
A los hombres los atraigo con astucia,
conduciéndolos a lugares apartados
para luego devorarlos a mordiscos.

Aseguran los que me conocen,
que en noches oscuras y selváticas
sienten el triturar de mis molares
contra los huesos de los infelices
que han caído en mi poder.

Juran que tengo cabellera larga
como parte de mi mágica hermosura,
dentadura feroz y fulgurantes ojos,
sobre un cuerpo de mujer alegre y laxo.

Río a carcajadas con destemple
asaz desvergonzada y estridente,
asustando a sencillos pobladores
que cruzan por caminos solitarios
y saturan de miedo mis contornos.

Experimentan un pavor malsano
si me encuentran sobre árboles caídos
o en recodos junto a los peñascos,
porque soy atractiva y seductora
como una diosa caída de lo alto.

Engullo sin piedad a mis amantes
como a vacas o caballos gordos,
y persigo a los maridos por infieles
igual que a tahúres y borrachos,
pero nunca en lugares donde habitan
futuras madres o recién nacidos.

No faltan los ingenuos que me atacan
esgrimiendo medallas de San Isidro,
escapularios de la Virgen del Carmen,
imágenes del Santo Cristo
y otras mugrientas baratijas
adquiridas en iglesias y conventos,
como si fuese yo cualquier idiota
escapada de algún claustro monjeril.

Dicen que llegué como española
trayendo mi negocio a estas tierras.
Leía las cartas y la palma de la mano
en mi propia mansión de diversiones,
donde llegaban ilustres parroquianos
con sus ansias de sexo reprimidas,
pero expansivas en adivinaciones.

Siempre viví alegre y sin reparos
hasta el día en que la muerte
me convirtió en La Muelona,
temida por hombres perniciosos,
rameras y señoras casquivanas
que no saben vencer las tentaciones.

Invadieron mi casa los vampiros
y lechuzas de olores nauseabundos;
la gente, furiosa, la incendió
con rabia propia de mejores causas,
pero sigo vivita y coleando
en la mente de muchos colombianos.

Así proseguiré por este mundo
hasta que alguno corrija mi leyenda,
hoy explicada con informes falsos.
Aunque muelona, soy la más hermosa,
risueña y decidida en esta tierra
donde odio y matanza suplantaron
el divino simbolismo de los mitos,
sin que muchos protesten por la guerra.