miércoles, 19 de diciembre de 2012

Del libro "Patente de corso"



EL SANTO PREPUCIO

No tienes que viajar para encontrarlo.
¿Cómo saber si María Magdalena
lo conservó hasta la muerte,
lo vendió por un buen precio
al jefe de una rica caravana
o se lo tragó por amor
en uno de sus arrebatos lúbricos?
Son innumerables las especulaciones,
y las certezas… ninguna.

Hay quienes dicen que reposa oculto
en las profundidades del Vaticano
(basílica de San Juan, de Letrán),
en la de Santiago de Compostela,
en la iglesia de Charroux, en la de Amberes,
y hasta en una de Bolonia, Brujas o París.

Otros aseguran que la emperatriz Irene de Bizancio
se lo entregó a Carlomagno como regalo de boda.
Incluso, están los que juran que una anciana
después de lacerar el celestial capullo,
lo sumergió en aceite de nardo y lo donó a su hijo
traficante en perfumes,
con la expresa prohibición de comerciar con él.

Teólogos hubo que vieron el sagrado capuchón
girando anilladamente alrededor de Saturno
y santas que soñaron con él entre sus labios,
afirmando que sabía más sabroso que la miel.

En todo caso, siendo el Espíritu Santo
quien lo puso en el inmaculado útero de María,
es posible que repose en una de las arcas celestiales,
para placer y provecho de once mil y tantas Vírgenes,
igual que admiración de serafines y arcángeles.