MAR SALADO
Menia y Fenia,
esclavas gigantescas,
admiradas en
Suecia y Dinamarca,
movieron unas
piedras tan pesadas,
que ningún
ejército de bárbaros guerreros
había hecho
girar hasta el momento.
Molieron y
molieron para el soberano
mientras
cantaban incansablemente:
¡Paz y prosperidad!
¡Paz y prosperidad!
¡Paz y prosperidad!
Así los cofres
del fúlgido palacio
quedaron llenos
de lo conquistado.
Como la avaricia
del rey era infinita
y fue insuficiente
lo que le ofrecieron,
ellas se
vengaron cambiando la canción
por otra que
hablaba de tropas invasoras
cuando el tirano
les vetó el descanso.
Mientras surtía
el hechizo sus efectos,
los daneses
continuaron en su sueño
hasta ser
asaltados por vikingos
que capturaron a
las dos mujeres,
ordenándoles
moler constantemente
lo que más se
cotizara en el mercado.
Ellas molieron
sal de tal manera
que el barco
zozobró cuando viajaba
de regreso a su
punto de partida.
Así, desde un
pasado histórico,
esos bultos tragados
por el mar
hacen que las
aguas tengan siempre
en sus entrañas
un sabor salino.