lunes, 5 de agosto de 2013

Del libro "Como simples chalupas al garete"



RESPUESTA PARA SAMANIEGO

Félix María de Samaniego (España, 1745-1801)
fue un gran fabulador. Escribió “El sombrerero”
y otros textos entretenidos y graciosos.

A los pies de un devoto franciscano
acudió un penitente. –“Diga hermano,
¿qué oficio tiene?” –“Padre, sombrerero”.
–“¿Y qué estado?” –“Soltero”.
–“¿Y cuál es su pecado dominante?”
–“Visitar a una moza”. –“¿Con frecuencia?”
–“Padre mío, bastante”. –“¿Cada mes?”
–“Mucho más”. –“¿Cada semana?”
–“Aún todavía más”. –“¿La cotidiana?”
–“Hago dos mil propósitos sinceros...”
–“Pero dígame, hermano, claramente:
¿Dos veces cada día?” –“Justamente”.
–“¿Pues cuándo diablos hace los sombreros?”

No me creo Samaniego, pero decidí responder,
a nombre de “El Sombrerero”, con el siguiente soneto:

Como ve, padre mío, soy certero
al hacer dos sombreros y dos tiros,
pues tiro mientras hago los sombreros
y fabrico sombreros mientras tiro.

Terminar diariamente dos sombreros
es poco, si los hago mientras tiro;
he pensado por tanto en un tercero,
o sea tres sombreros y tres tiros.

Hasta pienso que es nada en un soltero
que tiene tal pecado dominante;
y sospecho que usted, el día entero,

es fiel y solitario practicante
de lo que Onán propuso sin sombrero
para frailes de oficio mendicante.

Del libro "Como simples chalupas al garete"



PLAZA DE MERCADO

Temprano descubrí
el uso de la chispa y de la llama
después de hurtar el fuego a Prometeo
con el fin de donarlo a los humanos.

Fundé igualmente, por primera vez,
una bella ciudad sobre la Tierra
con plaza de mercado incorporada,
que hoy no vigilan mis ojos apagados
para mal de los hombres y de todo.

En ella venden, las hijas de los dioses,
brisas frescas y abundantes lluvias,
amaneceres, primaveras y veranos,
otoños rojos y ásperos inviernos,
relámpagos brillantes y filudos rayos,
animales proféticos,
árboles sagrados y profundos ríos.

Venden también el odio y el delito
que depreda los puntos cardinales,
más todas las pasiones que en subasta
no satisfacen la codicia humana.

Son allí rematadas y ofendidas
ilusiones, ausencias, soledades,
pero nunca este mercado nos ofrece
la ternura y el amor completos,
que soñamos los poetas desde antiguo.