jueves, 26 de junio de 2014

Del libro "Poética de las sombras"



EL DEVORADOR DE NIÑOS

Temido en África occidental,
más que espanto represento el alma
de esas tierras bañadas por el mar,
donde me sacio con peces y moluscos
cuando escasean los niños,
que como crudos y recién nacidos.

Al huir el Sol tras del océano,
recorro aldeas y caminos donde pueda
hallar mujeres que amamantan hijos;
se los rapto lanzando carcajadas
mientras voy descuartizando al inocente,
hasta llegar presuroso a mi caverna
donde termino de engullir sus restos.

Nadie puede describirme exactamente,
por mi forma cambiante y resbalosa;
sólo ven vapores filtrados en las grietas
como serpientes en su madriguera.

Mi rasgo peculiar es carecer de estómago,
pero sufro de bulimia permanente,
que me obliga a consumir sin freno
toda clase de infantes y de peces,
como cebo de mi oscura antropofagia
en el sórdido abismo de la muerte.

Del libro "Poética de las sombras"



EXTRAÑO PERSONAJE

Soy hombre, mujer y hermafrodita
aunque prefiero los cuerpos femeninos;
me asocian con potencias infernales
porque tengo relaciones con Satán,
quien apoya mis actos sin tardanza
por medio de algún colega suyo
que sea digno de llamarse cómplice.

Laboro para ángeles y santos
pudiendo castigar almas perversas
que intentan huir del que agoniza
sin el permiso de la eternidad.

Me asocio igual con el Dios único
en pactos de mutua conveniencia
que no tengan efectos permanentes
ni desdoren mi talante demoníaco.

La función principal que realizo
es la búsqueda de más conocimiento,
que perfecciono rechazando el “Bien”,
y amando el otro que bautizan “Mal”.

Exalto el estudio y la investigación
como hacen los científicos y artistas,
alejado de catervas y alborotos
que propugnan torturas y desastres.

Cuando acudo a creencias populares
trato de incrustarme entre sus cúpulas
para ejercer desde allí mi autoridad,
aunque busco saberes más profundos
que las simples verdades pregonadas
por heraldos de dudosa honestidad.

Para evitar la desazón que me atosiga
cual pócima ingerida a contrapelo,
pongo en boca de ciertos animales
idiomas olvidados, como el vetusto latín,
o pétreos y rudos como el abstruso alemán,
igual que otros de duro aprendizaje
según dicen expertos en etimologías.

Me abro paso en la vida… y en la muerte
con hechizos y demás encantamientos,
para seres de ultratumba que se agitan
como enjambre de murciélagos voraces
en noches de tiniebla y soledad.

Igual que al fabricante de armamentos
no se le hace responsable del producto,
tampoco permito que me impugnen
las secuelas de mis lóbregas andanzas.

Me enorgullezco de ser autodidacta,
y la conquista de títulos y honores
no avivan mis neuronas ni mi sangre,
porque apoyo mi vida en otras leyes
descubiertas bajo fuentes ancestrales
donde nace y madura la naturaleza.

Acepto discípulos vivientes
ansiosos de iniciarse en el oficio,
sumiéndolos en un profundo sueño,
dentro del cual reciben instrucciones
que ya no quieren olvidar jamás.

Los que aceptan mis ofertas tentadoras
conquistan la belleza como gracia
y un atractivo sexual tan poderoso
que los hace inagotables chichisbeos,
aunque no deben engendrar familia
por mi odio empecinado hacia la especie.

Otro incentivo que prometo
a inteligentes y leales seguidores
de mi ciencia y mis actos demoníacos,
es una vida prolongada y sana
en medio de riquezas materiales
que siempre logran superar el siglo.

Jamás dicto mis tareas por escrito
y sólo me acompañan las palabras,
porque calan hondo y dejan huella
en aquellos intelectos no alterados
por los falsos salvadores de la Tierra.

Una sola condición exijo
a quienes dono mis conocimientos:
Que cuando llegue la temida hora
de la muerte ceñuda y despiadada,
cedan el alma sin protesta alguna
al supremo Señor de los tinieblas,
quien diligente la pondrá en su sitio
convertida en un monstruoso sapo,
lombriz de aspecto repugnante y feo
u otra forma de apariencia humana.

Cuando acuciosos los perseguidores
intentan combatir mis enseñanzas,
desaparezco sin dejarles rastro
ocultándome sin más ante su vista
en el gélido submundo de la noche,
mientras trato de llenar con eficiencia
la vacante que ocupé por largo tiempo,
seleccionando fantasmas deseosos
de trasmitir, como yo, los fundamentos
del antiguo saber a muertos jóvenes
ansiosos de adquirir conocimiento.