martes, 9 de julio de 2013

Del libro "Abecedario poético"


T

Un pan bien horneado y nutritivo
te muestra en jeroglíficos egipcios,
para dicha de estómagos viajeros
a las negras regiones de ultratumba.

Asociada con la letra A
simbolizas en química el tantalio,
ese raro metal tan duro y denso
cuyo atómico número es 73,
expresado en brillante polvo negro
negador de la ausencia de sus cómplices.

Símbolo de la tonelada
y de esa rara unidad llamada tesla,
que nos habla de inducción magnética,
término éste que mira y desconoce
mi lenguaje apocado y esquelético.

Atino apenas en mi escaso léxico
a decir te quiero, te pienso y te perdono,
cuando me hallo ante el amor ingrato
que nunca supo pronunciar te amo
ni en los momentos de mayor terneza.

Se inicia con tu rúbrica el talento,
esa escasa condición intelectual
merecedora de alabanza y alegría
para indigentes y sufridos escritores,
que no pudieron conquistar la gloria
en los hinóspitos puertos de la fama.

También comienzas la palabra taxi,
cajón motorizado que nos lleva
por anchurosas avenidas y callejas
hasta oscuros rincones citadinos,
para esquilmarnos, por razón o fuerza,
los últimos reductos de la faltriquera.

Finalmente, no puedo comprender
por qué dicen los peones de lo hermético
que perteneces al elemento aire,
igual que al elemento fuego,
que tu esencia es el ámbar y el almizcle,
y otras mil y diez mil banalidades.

Llegó el momento de decirte adiós,
que más que un adiós es hasta luego,
porque en el caso real de nuestra lengua
ganaste ha mucho el natural respeto
que merecen cada una y todas
las letras de este noble y señorial idioma,
denominado español por los expertos
que todo lo revuelven y trastornan,
confundiendo al populacho indocto
no dispuesto a respetar las normas.