LAS DIOSAS DEL
DESTINO
Fueron conocidas
como Nornas
y vivían bajo el
árbol Yggdrasil
en las riberas
del manantial Urdar,
del que tomaban
agua diariamente
para irrigar el
gran fresno sagrado.
Evidenciaban los
futuros males
exigiendo buen
uso del presente
y dando
explicaciones del pasado.
Tejían el
destino con sus manos
y custodiaban
las manzanas de oro
que colgaban del
árbol de la vida,
la experiencia y
el conocimiento,
dejando a Idun recoger los frutos
que guardaban su
eterna juventud.
Alimentaban los
divinos cisnes
en las orillas
de la fuente Urdar.
Con las plumas recubrían
su cuerpo
al iniciar
largos viajes por la Tierra
junto a las
costas de distintos mares,
ríos y lagos donde
descansaban
ofreciendo
consejo a los humanos.
Eran sus hilos
tan sumamente extensos
que mientras una
tejedora se encontraba
en la cima
principal de una montaña,
por ejemplo en
el extremo occidental,
halaba la
segunda desde el lejano este
sin que la hebra
tendida se rompiera.
Los colores eran
fuertes y variados
según las novedades
que anunciaran:
los enlutados, extendidos
Norte a Sur,
auguraban
fenómenos fatales;
en cambio, los
tonos encendidos
traían el
dinero, el amor y la salud.
Sometidas a Orlog, Señor del universo
que ignoraba el
principio y el final,
Odín las consultaba como ayuda
en las riberas
del sagrado manantial,
pero ellas
respondían con silencio
aun sabiendo el
destino de los dioses,
sobre todo en el
incierto porvenir.