domingo, 6 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



LUZ VIAJERA

En el Tolima y los Llanos Orientales
soy un mito folclórico y estable;
me llaman luz viajera por mi lumbre
de rápidos chispazos destructivos
y estrepitosos como tiesto roto.

Luzco brazos de pulpo y llama trífida
porque fui una abuela condenada
a castigos desmedidos varios siglos,
por maltrato a mis nietos cuando estuve
de paseo en los predios de la vida.

Al son de los gallos en la madrugada
ruedo ardiente como bola luminosa
sobre alambrados, estacones y barrancos,
que no faltan en ningún potrero.

Cruzo muros y puertas de las casas
como gráciles capullos de algodón;
me agradan las montañas empinadas,
donde trepo a la copa de los árboles
junto a trochas, riberas y lagunas,
caminos silenciosos y quebradas.

Me atraen las crecientes de los ríos,
mansiones descuidadas y ruinosas,
lugares donde duermen los tesoros,
playas remotas y tierras despobladas
junto a bruscas laderas y peñascos.

Quienes buscan llevarme hasta sus casas
deben rezar con devoción sincera
una plegaria mayor a las normales,
y si quieren apartarme del entorno,
lanzar denuestos y pútridas palabras.

Hay lugares en los Llanos donde voy
como bella mujer lasciva y joven,
seduciendo vaqueros que cabalgan
sobre bestias veloces y resueltas.

A los enamorados mentirosos,
borrachos, masones y perjuros
los ultrajo y acoso como un tábano.

De pronto me convierto en una lengua
inflamada y voraz como un demonio,
pero huyo al escuchar imprecaciones
o recibir furibundos machetazos
como en altas montañas del Tolima.

En mí ven una mujer desventurada
que murió prisionera entre su rancho
abrasada por un violento incendio
sin que nadie acudiera a rescatarla,
y que espanto por eso a los viajantes
cuando cruzan en noches solitarias.

Otros juran que fui violada en vida
por no pocos vaqueros criminales,
que llegaron incluso a destrozarme
a través de humillantes sodomías
y otras formas de sexo inconfesables.

Es por eso que me tomo la revancha
sobre las ancas de sus cabalgaduras,
abrazando a los hombres por detrás
para chuparles la sangre y masturbarlos,
hasta que caigan inertes sobre el piso
desde el lomo de sus caballerías.

El farol de Las Nieves soy en Tunja
y parto de una casa junto al templo
para cruzar silenciosa, en línea recta,
hasta la plaza llamada de Las Nieves;
luego sigo al Sagrado Corazón,
colegio señorial donde me pierdo
sin dejar ningún rastro de mis pies.

Son mis ancestros del antiguo Lacio
con la diosa Ceres, madre de la Tierra,
y en Grecia igualmente con Deméter,
bienhechora de la agricultura.

Como ven, no soy ninguna espuria
sino un mito respetable y noble
en diferentes lugares del planeta,
aunque sufra mi castigo vergonzoso
por la errada justicia de los hombres
que nunca saben aplicar sus leyes
ni vivir en sana paz como debieran.

Del libro "Poemas montaraces"



NIÑO POIRA

Soy dorado, alegre y juguetón,
y cuando los arrieros transitan
con sus recuas de mulas
por caminos de Colombia,
aparezco como recién nacido
llorando dolorido sin consuelo.

Al consolarme río a carcajadas
mostrando mis dientes gigantescos
y hablando con una voz tan gruesa
que causo terror a los viajeros,
aun siendo curtidos montaraces.

Cuando cruzan los jinetes por recodos
me les trepo a las ancas de sus bestias,
haciendo encabritar a los caballos
que se paran o galopan desbocados,
de acuerdo con sus fuerzas y resabios.

Hago acto de presencia en los hogares
y acompaño a las personas junto al río
mientras juego desnudo bajo el Sol,
y en las cálidas noches estrelladas
bailo alegre con los trasnochadores
bajo los rayos de la Luna llena.

Soy guapo, gracioso y bien querido
por los mitos vecinos de mi tierra,
y aunque siempre me teman los arrieros,
mis ocurrencias no son tan criminales
como dicen las lenguas embusteras.