miércoles, 10 de octubre de 2012

Del libro "León hambriento el mar"



EL RESCATE DE EL RUMBA

Verdinegras montañas coronadas de espuma
llegaban del noroeste
castigando con violencia el costado del carguero
(son borrascas muy frecuentes en invierno
frente a costas canadienses).

En bodega, boggies de locomotora
se estrellaban contra el vientre
maltratado del gigante.
Ráfagas de nieve se oponían
a todo intento de auxilio desde el aire.

Los curtidos tripulantes presintieron
el posible abandono de la nave,
pero en tales circunstancias no era dado
el uso de los botes salvavidas.

Felizmente, un remolque que cruzaba
desafiando los fuertes ventarrones
por aquellos parajes solitarios,
disparó sus cabos hacia El Rumba,
hasta ser atrapados por las manos
de los rudos marineros.

Las dos embarcaciones, reunidas,
se lanzaron a través de las tinieblas,
con sus proas hacia puerto.
Al llegar con el alba el nuevo día
náufrago y remolque continuaban
cabalgando seguros el océano,
pero muchos de los boggies en cubierta,
tras aquel apocalipsis tenebroso,
ya no estaban como antes en sus puestos.

Del libro "León hambriento el mar"



SIR FRANCIS DRAKE

Como todo corsario respetable
este noble pirata caballero
impuso en los sitios más disímiles
su ley, su pasión y su bandera.

Probó fortuna en aguas del Caribe
saqueando los puertos granadinos
y otros tantos de Centro y Suramérica.

Atacó a los portugueses que viajaban
con destino a las Indias Orientales,
y venció a los ibéricos cayendo
sobre Cádiz por sorpresa.

Su Golden Hind,
con veintisiete metros de eslora
y seis de manga,
era una embarcación de buen calado
que podía desplazar cien toneladas
y ochenta tripulantes ampliamente.
Sus dieciocho cañones la guardaban
de posibles asechanzas enemigas;
desde cofa los vigías,
entrenados en ballesta y en mosquete,
oteaban dispuestos al combate.

Grandes masas de oro, reunidas,
consecuencia de múltiples pillajes
efectuados contra barcos españoles,
fueron fruto final de las batallas
que libró para gloria de Inglaterra.

No contento con tales desafueros,
según la relación de sus asaltos,
fue asimismo a través de su existencia
un curtido y sagaz explorador.

Murió finalmente en Portobelo
(amargado en verdad por la derrota
que le dieran las tropas españolas)
de una simple y vulgar disentería.