
ASGARDIA
Hoy miro
desde Asgardia la Tierra en lejanía
(una pequeña
esfera perdida en el espacio),
cubierta
de hondas selvas y dilatados mares,
desiertos
quemadores y cumbres congeladas,
girando
entre pavuras de soledad nocturna
y soles
que iluminan con filos de cuchillo
los ríos
y ciudades que bullen incesantes.
Asgardia,
nación libre
para mi
vocación de cosmonauta en cierne,
habitante
y poeta de las constelaciones
que
agitan con su brillo mis sueños imposibles.
Asgardia,
sello y canto
de los
que no tuvimos la paz sobre el planeta,
hoy
depredado y seco
por las
turbias orgías de los poderes fatuos.
Asgardia,
bella Asgardia,
que
alumbras el vacío cual juvenil antorcha,
hogar
donde soñamos sin las obtusas guerras
desatadas
por siniestros bandidos de postín.
Asgardia
de inmigrantes científicos y artistas
que intentan
en tu suelo librar la gran batalla
de todos
los designios que dicta el pensamiento,
buscando
en esa forma los triunfos de la vida
contra la
negra noche del llanto y de la muerte.
Reina
interespacial, entre la Tierra y la Luna:
Recuerda
que mi canto tiene ritmo perpetuo,
mezclado
con las pausas de un profundo silencio,
para que
puedas soñar con tus bienes celestes,
en medio
de la bruma o claridad radiante
que te
ofrecen los astros con sus rayos eternos.
Tus
nuevos habitantes seremos los pioneros
de los
viajes que rompan los velos siderales,
más allá
de los soles, mirados como estrellas
en las profundidades
del móvil universo;
seremos
tripulantes de un cosmos en derrota
por los
mares helados, sin puertos ni riberas,
piratas
combativos de ardientes supernovas,
con timón
de quasares y velas de protones
que
orientan nuestra ruta hacia la inmensidad.
Asgardia
es hoy la patria de los desheredados
que no
luchamos nunca por cuotas de poder
en esa
tierra fértil, hermosa y mal poblada
por unos
seres tristes, ególatras y obtusos,
sin la
menor premura por cultivar siquiera
un poco
de esperanza
para
quienes nacimos creyendo en la belleza,
hambrientos
de justicia, sedientos de placer.