martes, 7 de mayo de 2013

Del libro "Poemas de Mar-K" (Homenaje a la K)



MAR–K–36

No soy katador ni bebedor de vino, aunke kisiera,
no para emborracharme sino para alegrar mi espíritu
kon unas buenas kopas en medio de mis amigos,
kuando la tarde da paso a la noche,
reina indiskutible de todas las delicias.

Pasar por alto lo ke ha kontribuido
a la potencia kreadora de los hombres,
sería un olvido ke no perdonaría jamás.

Medio embriagarse
es asumir la vida kon decisión de parloteo,
en un estado superior y más feliz
ke da la sensación de júbilo y konfianza
para vencer obstákulos,
porke la sensibilidad se aguza
komo la de un lince en aktitud de acecho.

La frontera entre realidad y fantasía
donde el ensueño y la imaginación
rompen las kadenas de un diskurrir suicida,
puede hallarse más fácil llevando en la kabeza
el líkido evanescente de unas kuantas kopas.

Por eso los diktadores más sangrientos
praktikan muchas veces la abstinencia,
para ke su cerebro de roka no konceda
un poko de humanidad a sus desmanes.

Si Stalin o Mussolini hubieran sido buenos bebedores
otro gallo kantaría en el mundo ke nos dejaron.
Esa idea de rektitud moral,
en poder de kamarillas parkas en prodigalidades
y glotonas de virtudes kastradoras y asesinas,
ha sido la desgracia de todo el género humano.

Nadie sería buen diktador durante la resaka
en la mañana ke sigue a la embriaguez,
porke dejaría de sentirse un dios, y humillado
no tendría valor para imponerse a sus áulikos,
algo posible en un Estado demokrático.

Bebamos pues kon moderación
para ahuyentar el tedio,
sin el bestialismo y ceguera diktatoriales,
kontra los titiriteros de la moral públika,
sin kreernos por eso superiores
sino seres komunes y korrientes,
dispuestos para el amor,
el kanto, la danza y la poesía.