ASTEROIDES
Y OTROS CUERPOS
Nos
llaman indistintamente
planetas
menores, igual que planetoides.
Conformamos
una gran familia
dentro
y fuera del Sistema Solar,
y
orbitamos, pequeños y rocosos,
entre
Júpiter y Marte en torno a Helios.
Hijos
pródigos de cielos misteriosos,
el
mundo que habitamos es complejo
y
nuestro grupo también;
somos
de 500.000 a 1´000.000,
siendo
Hilda, Tule y los Troyanos
los
más reconocidos actualmente.
Viajamos
a la Tierra para quemarlo todo
con
el poder que los dioses nos otorgan;
unos
mueren devorados por la atmósfera
mientras
otros pisamos suelo firme,
como
en el “caso Tunguska”
y
aquel que acabó los dinosaurios.
Sabemos
por qué se producen los vacíos
o
generan las llamadas “resonancias”,
y
rechazamos que el amante de Selene
despeine
nuestro pelo con su aliento,
que
la toldilla terrestre, traicionera,
calcine
o fragmente nuestros cuerpos
como
pavesas perdidas en el cosmos.
Los
semiesféricos: Ceres, Vesta y Palas;
los
alargados: Camila, Eunomia y Davida.
Betulia,
Héctor y Castalia son bizarros;
Gaspra
tien cráteres, roca menuda y polvo fino
sobre
su antigua y desigual espalda.
A
Eros le lanzaron un cohete
con
modernos instrumentos electrónicos,
pero
éste resistió el impacto,
hecho
normal en nosotros los viajeros
que
surcamos decididos el espacio.
Sería
bueno descargar sin previo aviso,
sobre
ese puntito azul desperdigado
en
un rincón de su galaxia madre,
una
lluvia torrencial de fuego
contra
la turba de caníbales que intenta
conquistar
el universo con su técnica,
mientras
se niega a convivir en paz.
Quieran
los dioses que mañana caiga
sobre
la testa de esa burda especie
una
sarta de cometas y asteroides,
como
partes de guerra iluminados
por
un Sol de abrasantes aleluyas.