EL PERFECTO NARCISO
No es el árbol ni
la piedra
el perfecto
narciso vanidoso;
no es el río ni la
selva,
el mar, el sol, la
luna o las estrellas.
Nunca el ave, que
alegra con su canto
el entorno donde
habita libremente,
en altas cumbres o
fértiles praderas.
Tampoco el
universo en su conjunto
es el narciso
fastidioso y zafio
que maltrata, en
fatuidad creciente,
los pasos que
cubren el sendero
de las acciones y
los elementos.
Es el poeta el
narciso por esencia,
olvidado del mundo
donde yace
cojo y manco,
sordo y ciego,
ante una realidad
que lo atropella;
narciso perfecto,
que no canta
como lo hacen las
aves en la tierra.
Me quedo con el
árbol, con la piedra,
con el río, con la
selva, con el sol,
con el mar, con la
luna y las estrellas.
Me quedo con el
canto de las aves
que me dan, como
premio inmerecido,
la belleza que
mide las distancias
en mi oblicuo pensamiento
destrozado
y el cosmos
gigantesco que me abraza
como un punto, si
acaso, matemático.