domingo, 12 de enero de 2014

Del libro "Poemas de un esquizofrénico"



CUADRAGESIMOQUINTO YO

Cuando el extraño conflicto
entre Liliput y Blefuscu,
por ese tonto incidente
donde el heredero del trono
se avulcionó el dedo índice
al querer partir un huevo
por el extremo más ancho,
yo era próspero mercader
en territorio australiano.

La guerra fue dura y larga
pese a los sabios consejos
del gran profeta Lustrog,
quien afirmó contundente:
Cada uno de los creyentes
debe partir los huevos
como mejor le plazca.

Mis ganancias decrecieron
de manera tan violenta,
que ahora ya no me alcanzan
para cubrir los impuestos,
y en medio de la pobreza,
sin esperanza ninguna,
transporto a los refugiados
en mi pequeño navío,
desde la diminuta Liliput
hasta la triunfal Blefuscu.

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