jueves, 20 de diciembre de 2012

Del libro "Patente de corso"



FRAGILIDAD

Azul, azul y siempre azul,
esta Tierra de lejos me conmueve.
Al borde de la atmósfera exterior,
desde el rostro de naves giratorias
muchos ojos robóticos la miran.

Afuera el universo profundo
con sus galaxias y constelaciones,
iluminando en noches solitarias
su inestable posición y sus fatigas.

Nebulosas lejanas que la injurian
con sus formas exóticas y bellas,
la Hormiga, el Esquimal, Ojo de Gato,
el Cisne, el Cono, el Águila que vuela
silenciosa en el espacio cósmico,
el Anillo vacío, inefable y misterioso,
Orión, la Roseta y tantas otras
que muestran cautas singulares cosas.

Protoestrellas prometiendo con su brillo
el comienzo de nuevas aventuras,
negros agujeros devorando
con su bulimia estelar
astros colosales, galaxias, supercúmulos
y todo cuanto ingresa en sus dominios.

Esta Tierra, ¿qué es y dónde está?
Un puntito azul, azul,
pequeño, muy pequeño
frente a hermanos mayores y distantes
que ruedan foscos por la inmensidad.

¿Sus vecinos? Enormes monumentos
fulgurantes de luces y colores
que la obligan a mirar hacia el futuro
desde el fondo encendido del pasado.

Ese dios colosal que la protege
del frío, del hambre y de la muerte,
es un enano junto a Sirio binario,
junto a Pólux y Arturo portentosos,
éstos a su vez liliputienses
ante el rojizo Aldebarán y Rigel
que poco son frente al gigante Antares.

Esta Tierra azul, azul
entre tantos ejemplos comprobados,
se torna mucho menos que existente
en la insondable vastedad del caos.

No obstante, creyéndonos grandiosos,
los que habitamos su croquis deleznable
nos hartamos de poderes y de glorias
cegados por unos fuegos fatuos
que no pueden ocultar nuestra miseria.

Cedamos pues la voz al viejo vate
que antaño nos cantó con son doliente:
“¡Oh, Señor... y qué frágiles nacimos!
¡Y qué variables somos y seremos!
¡Si la tumba está lejos... la pedimos!
¡Pero si cerca está... no la queremos!”.