viernes, 14 de septiembre de 2012

Del libro "Las islas del pescador"


REGRESA, VIEJO DEMÓCRITO

Tu inteligencia,
penetrante como fino y largo alfiler,
quitó del pensamiento de los hombres
el peso aplastante de la Divinidad.
Sostuviste con lucidez maravillosa
la exclusividad de átomos y vacío,
sin lugar para dioses inmortales
en esa infinitud de espacio y tiempo.

Pero muchos humanos no entendieron.

Aún se ven humaredas en los templos
adorando los restos de unos dioses
temibles y cambiantes.
El tronco podrido de las supersticiones
se resiste a morir
y echa frecuentemente algunas hojas
que envenenan con sus gases el cielo
más oxigenado de la investigación.

Del libro "Las islas del pescador"


ISLAS GRIEGAS

Los griegos adoramos la belleza;
sin embargo, tenemos gustos muy sencillos.
Tucídides

Dicen que cuando Dios hizo la Tierra
le sobraron unas rocas
que arrojó por sobre el hombro
dando origen a las islas griegas.

Igual que ayer
el Egeo baña con sus aguas
las más hermosas costas
que guardan, como en Delos,
leones sin rugidos.

En Miconos continúan
los molinos de viento repitiendo
con sus velas de lona
perezosos perfiles de blancura.

En Santorín
enjalbegados caseríos de postal
sobre ásperos acantilados.

En Simi
frisos helénicos que adornan,
además del árido abandono,
una sabia carencia de automóviles.

Y así toda una pléyade insular
anclada entre miserias y recuerdos
bajo el ceño de Apolo deslumbrante.

Guerras, victorias oxidadas
que fueron
alegría y tragedia de una raza
en ese paradójico archipiélago
estéril y feraz.