jueves, 14 de julio de 2016

Del libro "Voces de mar y tierra"








POEMA PARA DOS

Una dama, sensible y talentosa
en el arte de la danza y la belleza,
soñó un poema de expresión sublime
que nos habla del recóndito paraje
donde el hombre retiene la semilla
productora del milagro de la vida.

Y lo acaricia con sedosas manos
o su boca y su lengua erotizadas
por el fuego interior que la domina,
fundiendo en uno los que fueron dos
cuerpos embriagados por las mieles
generadoras del sexo y sus delicias.

Gónadas productoras de gametos
o células que navegan por la linfa
en la nave varonil de los testículos,
protegidos a su vez como una joya
por la piel café y rugosa del escroto.

Fue el sueño de mi amiga un desafío
para escribir este poema sicalíptico,
donde canto con ella los deleites
de palpar y besar esos montículos
que florecen en la ingle de los machos
como rosa de jardines predispuestos
a celebrar, entre besos y caricias,
bajo un techo de lluvias o de astros,
las sempiternas liturgias del amor.

lunes, 4 de julio de 2016

Del libro "Voces de mar y tierra"






A LOS TÉCNICOS

Técnicos del espectáculo
que trabajan acuciosos
más allá de la tramoya,
dando vida a la escena
con sus sonidos exactos
y luces oportunas y precisas.

Ellos también son teatreros
detrás de bambalinas,
con esa vocación serena
que mejora la representación
como fin de las lides dramatúrgicas.

Rindo mi modesto homenaje
a los técnicos del escenario
donde quiera que se encuentren,
porque sin ellos los actores
estaríamos menoscabados
en nuestro talento histriónico
y otras importantes cualidades
que satisfacen al selecto público.

¡Cuántas veces nos han salvado
del ridículo en mitad de la función
por impensables errores cometidos!
Venga pues un aplauso vigoroso
para estos ingenieros invisibles,
que saben mejorar con su eficiencia
el arte teatral
en los espacios del mundo.

Del libro "Voces de mar y tierra"






PAZ PARA COLOMBIA

Un día, ya lejano en el recuerdo,
las estrellas dejaron de brillar,
y la luna, pesarosa y confundida
por el paso de siniestros nubarrones,
faltó a la cita de los enamorados.
Las luciérnagas huyeron de los campos
heridas por el rayo de la fusilería
que surtió de relámpagos la noche.

Como pardas serpientes, las montañas,
despojadas de amor y de cosechas,
reptaron solas buscando el firmamento
con sus ojos de nieve y de volcanes,
ante la gélida sonrisa de los dioses.

Las aves callaron, y las aguas,
con su verde corriente de cadáveres,
viajaron mudas hacia el hondo mar,
que devoró sin protesta los despojos
de esta tierra rencorosa y vengativa.

Pero ahora, después de mucho tiempo,
la violencia, maltrecha y fatigada,
tomó asiento en el borde del camino
para escribir con temblorosa mano
lo que un pueblo sangrante y contagiado
por la peste del odio y la sevicia,
soñó afligido entre dolor y lágrimas:
¡Paz para Colombia! ¡Sí a la Paz!

Del libro "Voces de mar y tierra"












LOS VIGILANTES
DE LA SEGURIDAD PRIVADA

Hombres y mujeres, solteros o casados,
a veces solitarios,
con sueños, proyectos y ambiciones
como todos los mortales.
Unos, que apenas comienzan
el fragoso periplo de la vida,
otros, ya maduros y más viejos,
que miran con apremio los fantasmas
de su imposible o próximo retiro.

Unos, nobles, serenos y abnegados,
otros viles, mezquinos y egoístas,
proclives al vicio y al abuso,
signados por el drama y la tragedia
y una que otra chispa de felicidad.
Unos, camuflados, con armas y violentos,
otros, con modestos bolillos y uniformes
que no alcanzan a espantar un mosco.

Víctimas también del desarraigo
en un país violento y sin cordura,
trabajando azorados noche y día
para cuidar los bienes de otros entes
que ocultan sus miserias, silenciosos.

¿Cuantas ilusiones rondarán por sus cerebros?
¿Cuántos desafueros y amargos desafíos?
¿Cuánta debilidad, cuánta bajeza?
¿Cuántos dolores lacerantes y escondidos?
¿Cuánta sublimidad, cuánto rencor,
cuánta venganza en sus pechos encendidos,
orgullosos, mal heridos o humillados?

Soy su conciencia, soy su prójimo,
y como ellos avanzo en el camino
que conduce a la desintegración,
donde la paz, sin engaños ni contornos,
nos saluda y garantiza cortésmente
el reposo inescrutable de lo eterno.