VIGESIMOTERCER
YO
Dios
de los lagos centroamericanos,
los
que me miran no viven
para
contarlo después.
Propietario
exclusivo de los peces,
odio
anzuelos, trasmallos y atarrayas.
Con
mi cola produzco las tormentas
que
pueden hundir embarcaciones,
cuando
no las atrapo por la borda
con
el fin de ahogar los pescadores
que
luchan indefensos contra mí.
Si
estoy a esa hora poco hambriento
los
dejo simplemente a la deriva,
esperando
me aplaquen devolviendo
la
pesca a lo profundo del lago,
y
no intenten esconderla malamente
en
la sentina del barco.
Así
reino en las aguas transparentes
de
la indígena América Central,
ondulantes
como sábanas celestes,
tan
vecinas de una tierra generosa
donde
todo se confunde y se destaca
bajo
la fronda de selvas y montañas,
como
croquis de su esencia mágica.