viernes, 14 de marzo de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



VIDAR EL SILENCIOSO

De la relación de Odín con Grid,
quien vivía en la cueva de un desierto,
nació Vidar, símbolo del bosque primitivo
y otras potencias de la naturaleza.

Las deidades que estaban conectadas
por medio de Heimdall con el mar,
lo estaban igualmente con la tierra
bajo el manto de Vidar el silencioso,
llamado a dominar tras la hecatombe
los secos campos al fin regenerados.

Habitaba imperturbable su palacio
de frescas ramas y fragantes flores,
en un bosque donde se albergaban
la paz y soledad que tanto amaba.

Los escaldos le cantaron en sus sagas
los más bellos poemas, inspirados
en los abruptos paisajes boreales:
¿Quién deambula ensimismado
a través del esquinado bosque,
en un espacio sin demarcaciones,
derrotero ni función precisa,
bajo frías y monstruosas sombras
en la penumbra irregular y sacra,
sin ser atacado en su devoción
ni en la grandeza de lo instituido?

Fornido y muy alto era Vidar,
con armadura, y espada de ancho filo,
zapatos hechos de metal o cuero,
como defensa contra el duro fuego
que abrasaría en la última jornada.

Al estar en Valhalla nuevamente
tuvo aguamiel y honores merecidos
antes de ser invitado al manantial
donde las Nornas rehacían sus telas.

Odín indagó el futuro de su hijo
y ellas dijeron ordenadamente:
–Comenzando el día.
–Posteriormente tejido.
–Un día terminado.
Su madre, diosa primera del destino,
completó la adivinación diciendo:
–Con deleite, una vez ganado.

Dijo además que el tiempo pasa
y que todo el universo se transforma,
que si el padre moría en el combate
Vidar lo vengaría prontamente,
con el fin de gobernar lo nuevo
cuando ya los veteranos dioses
se hubiesen alejado de la Tierra.

Después de visitar las Nornas
Vidar caminó hasta su palacio,
apoyó la cabeza contra un árbol
y meditó sobre la vida y el futuro,
pero guardó el secreto, porque siendo
silencioso como los sepulcros,
quiso que nadie, mientras él viviera,
pudiese escudriñar el porvenir.