martes, 18 de septiembre de 2012

Del libro "León hambriento el mar"



VIDA Y MUERTE DE EL MARQUÉS
(No aparecen imágenes de El Marqués,
porque no fueron halladas)

Cuando nací (marzo 2 de 1938),
El Marqués devoraba horizontes, mar abierto.
Su casco había sido restaurado por unos ingleses
entusiastas de la navegación a vela,
que intentaban cruzar sin contratiempos
las turbulentas aguas de la Tierra del Fuego.

En mi adolescencia
tuve la suerte de ser uno entre su marinería;
realizábamos periplos por aguas del Caribe,
con millares de turistas en cada primavera.

A mediados de 1971 fuimos sorprendidos
con todas las lonas desplegadas
por vientos huracanados de 130 k.p.h.,
saliendo indemnes de la prueba.

Participamos en regatas de 800 millas,
entre San Juan y Bermudas,
reviviendo viejas glorias
con 39 veleros de 20 nacionalidades.

Éramos siete hombres y una cocinera,
de largas melenas tostadas por el Sol,
a la usanza de antiguos bucaneros.

Esa noche
las banderolas jugaban con la brisa
y hasta el último trapo estaba izado,
mientras íbamos seguros hacia el Norte.

A las doce subí al puesto de mando;
un fuerte chubasco me azotó
y a las lluvias siguieron las galernas.
Una ráfaga con fuerza desmedida
tendió los palos sobre las olas.

Torrentes de agua irrumpieron contra el puente,
penetrando por las escotillas;
el timón no alcanzó a morder
antes de suspenderse en el aire,
y el barco escoró como caído del cielo.

¡Quiten las velas! gritó uno.
¡Todos a cubierta! ordené yo.
En unos cuantos minutos,
El Marqués moría bajo la faz del océano.

Sobre un bote salvavidas
defendimos nuestra última esperanza,
confiando en que las luces de bengala,
o el S.O.S. lanzado momentos antes,
hubiesen sido captados por algún otro navío.