miércoles, 7 de enero de 2015

Del libro "Poemas misceláneos"



UN PROSTÍBULO RESPETUOSO Y GAY

Tranquilo como un zopenco
vivo en un prostíbulo respetuoso y gay.
Lejos quedaron mis aventuras marinas
con redes, arpones, anzuelos y sedales,
despintados barcos y gigantes olas
que fueron las delicias de mi temeridad,
recuerdos que canto tarde a tarde
desde mi cuarto acogedor y tibio.

Allí llegan mis jóvenes amigas,
bellas chicas modernas,
frescas como un durazno,
con su sonrisa al viento y caminar de nube,
para saludarme y conversar conmigo
acerca de sus sueños, triunfos y fracasos.

Amante y comprensivo las escucho
largas horas, con la mirada fija
en sus rostros teñidos de amapola
y sus pechos saltando presurosos
como liebres al borde del abismo
en las sedientas colinas de mis ojos.

Con esperanzas presentes y futuras
rueda mi vida suave y generosa
por la flor que hallé sin proponerme
una noche en el Teatro Libre
de esta ciudad caótica y violenta,
que no habrá de parar en su desgracia
aunque pasen los años y los siglos
por sus casas y calles derruidas.

Ella es mi aliento, mi ternura en guerra,
mi son, mi ritmo, mi sublime orquesta,
arma de doble filo, mi parafilia entera
a quien adoro con fuerza desmedida,
superior al amor que le reclamo.

En tal prostíbulo, respetuoso y gay,
leo las Runas y líneas de la mano
para consuelo y goce de los tristes
que viajan con su fardo solitarios,
atrapados por las fauces del destino.
En él paso los días rumiando paradojas
y el boato de pobreza que propician
los lugares llamados marginales.

Pienso, escribo y canto sobre todo
lo escabroso y sublime que gobierna
en los campos del sexo y del espíritu,
con grande amor y libertad completa.

Algunas noches bebo moderadamente
junto a los chispos y alegres parroquianos
que buscan solazarse con dulce compañía
en un lugar seguro y ajeno a la tragedia.

Cavilo, gozo y pienso, y hasta mi risa llora
pensando en las miserias y dichas de la vida,
ya que en tal prostíbulo, respetuoso y gay,
las horas se deslizan como un inmenso río
que viaja sin premura por la llanura extensa.
Y yo soy ese río que corre inexorable
con su caudal de versos, en dirección al mar.

Del libro "Poemas escandinavos"



LOS GIGANTES DEL HIELO

Cuando Ymir, primera criatura viviente,
cayó muerto contra el suelo helado,
la descendencia se ahogó en su sangre,
salvo la pareja que huyó hacia Jötun-heim,
convirtiéndose, después de radicarse,
en padre y madre de la estirpe gigantesca.

Célebres por su apetito y su tamaño,
fueron rivales y oponentes de los dioses,
y aunque versados en métodos pretéritos,
casi siempre eran vencidos en batalla.
Temían especialmente a Thor,
quien solía derrotarlos diariamente
con su martillo Miölnir.

Desfiguraron el planeta con sus pies
pisándolo mientras estuvo blando,
y formaron los ríos con las lágrimas
de sus esposas tristes.

Personificaban las rocas y la nieve,
el hielo y el fuego subterráneos.
Se movían de un lado para otro
cargando tierra y arena en lo profundo,
para esparcirla por todos los lugares
de sus vastas regiones congeladas.

Poseían un barco tan enorme
que el capitán patrullaba la cubierta
cabalgando sobre un brioso caballo.
Su cordaje era tan largo y sus mástiles tan altos
que los marinos trepaban imberbes a las cofas,
y bajaban de regreso con el cabello cano.

Los gigantes vivían de mar en mar
y de montaña en montaña
por los rocosos territorios nórdicos,
en tanto los dioses, sin piedad,
no los vencieran en algún combate.

Del libro "Las islas del pescador"



A JUAN SEBASTIÁN

El futuro se inclina ante tu paso
y los sueños te miran reverentes
como fieles y atentos servidores.

Firme y generosa, la vida
revela sus secretos ante ti,
como un regalo del cielo.

Las penas se avergüenzan
de tus pasados sufrimientos.
Ahora, todo canta y ríe, todo danza
en el amplio panorama de tu porvenir.

Del libro "Las islas del pescador"



A KARLA

Has conocido el infortunio,
la dicha y el dolor.
Más allá de tus errores,
eres como el agua que fluye
sobre la arena blanca.
La ponzoña de la víbora
no ha prosperado en tu alma,
y el vuelo del águila circunda
tus anhelos de madre y compañera.

Los arreboles danzan en tu frente
mientras cruzas impávida
los penosos senderos de la vida,
donde residen los enigmas
que te llevan a la sabiduría.

Por estas y otras cosas,
te amamos y te vemos
más bella que un cielo bogotano
en los atardeceres de sol.