LOS
PODEROSOS
Nada
cambia, pero esta realidad
que
aplasta como un tanque de guerra,
hará
que todo se desplace hacia peor:
los
humanos degradándose,
la
naturaleza degradándose,
el
planeta degradándose,
el
infinito (que quizás no existe)
degradándose
igualmente,
la
eternidad (nunca comprobada)
degradándose
aún más
en
su largo camino a lo innombrable.
Sin
embargo, dentro de mí palpita
una
alegría y un placer malvados
cuando
queda en evidencia
la
corruptela de los poderosos.
Nos
hablan de moral y democracia,
derechos
humanos, justicia y libertad,
pero
sus podridos cerebros sólo albergan
el
germen virulento de la destrucción.
En
tanto yo, pavesa extraviada
en
las cavernas de la oscuridad,
desde
mi cubil dibujo para ellos
una
sonrisa burlona y despectiva,
como
un epicúreo consuetudinario
que
goza los dones de la vida,
aunque
el dolor me asalte.
También,
cuando la duda
me
hiere rigurosa en la desgracia
y
mi estoicismo indomables,
estallo
como loco en carcajadas
frente
a los poderosos del mundo,
por
su franca estolidez desventurada.
¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
El
tiempo de la farsa ha terminado.