lunes, 17 de febrero de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



EXTRAÑA HISTORIA

La olla de las pociones era enorme,
pero el dios marino no se sintió seguro
cuando le hablaron sobre el gran convite.
El del Trueno prometió enseguida
una de mayores proporciones,
y partió con Tyr sobre un carro tirado
por varios chivos de su propiedad
hasta la casa del gigante Hymir,
dueño de una de incontables millas,
en anchura y en profundidad.

Llegados a la casa de aquel monstruo,
hallaron dos mujeres: la más vieja
abuela de Tyr, con novecientos rostros,
y una joven giganta muy hermosa
que dio muestras evidentes de alegría
con su sonrisa de infantil tigresa.

Al saber la intención de los viajeros,
los ocultaron tras un montón de ollas
que reposaban en los travesaños,
pues su padre y esposo, irreflexivo,
podría matarlos como bienvenida.

Al llegar el gigante, su consorte
le habló taimada de los visitantes;
volvió éste su mirada furibunda
hacia donde estaban Thor y Tyr;
vigas y ollas cayeron con estruendo,
rompiéndose al instante, menos una.

La astuta vieja convenció a Hymir
de que fuera a saludar los huéspedes
con dos fornidos bueyes de agasajo.
Éste complació de mala gana
el capricho irracional de su mujer,
observando iracundo y compungido
cómo engullía la deidad del Trueno
el más robusto vacuno del lugar.

Fingiendo respetar los invitados
farfulló excusas y se fue a dormir.
Por la mañana se dirigió a la costa
con Thor, que lo siguió de cerca
ofreciéndole su ayuda solidario.

Buscar le pidió Hymir su propio cebo
y el dios mató otro buey como respuesta,
mientras aquel capturaba dos ballenas
para aumentar el suculento desayuno.

Sintiendo Thor un tirón exagerado,
cobró el sedal tan fuerte como pudo;
por la tormenta desatada comprendió
que la serpiente Midgar era su presa,
como en otras ocasiones del pasado.

Trató de acumular más energía
y el reptil emergió rompiendo el bote,
en tanto el dios resbalaba sobre un pie
que fue a dar a la orilla del boquete,
agrandado por la furia del combate.

Después de intensa y prolongada lucha
la cabeza del monstruo apareció.
Thor se preparó para romperla
con su duro martillo, pero Hymir,
temiendo viajar hacia el abismo,
cortó el sedal y la serpiente huyó.

Furioso el dios le dio tan duro golpe
que el gigante naufragó enseguida
saliendo luego donde estaba Thor,
tomó las dos ballenas sobre el hombro
y sin premura regresó a la casa,
descargando despectivo los cetáceos.

Entonces la deidad, ya sosegada
de cerca lo siguió con bote y aparejos,
llevándolos también sobre los hombros.
Habiendo Hymir terminado el desayuno,
lo retó a destruir el recipiente
con el soplo de su respiración.

La deidad lo lanzó contra una piedra
sin conseguir rajarlo. Pero atendiendo
las sugerencias de la abuela de Tyr,
lo arrojó contra un guerrero joven
que patrullaba silencioso por la playa.

Al ser vista por Hymir tal fortaleza,
cedió la olla que tanto habían buscado.
Tyr trató de levantarla inútilmente,
pero Thor lo intentó con tanta fuerza
que la izó como una simple hoja
frente al rostro asombrado del gigante.
Vencedores y alejados del peligro
caminaron con el cuenco en alto
a manera de sombrero en sus cabezas.

Hymir decidió con tres hermanos
alcanzarlos de nuevo, pero Thor
lanzó el martillo contra los verdugos,
eliminándolos de un certero golpe
mucho antes de ser interceptados.

Al fin libres de Hymir y sus secuaces
escaparon con la olla hacia su tierra,
en la cual elaboraron la cerveza
más lograda de la última cosecha,
imprescindible para el gran convite,
después de sufrir las privaciones
que dan las aventuras de la guerra.