CUADRAGÉSIMO
YO
Vivo
en las chimeneas
de
las tierras escocesas,
como
un anciano pequeño
y
arrugado por el humo.
Soy
casero y malicioso
cuando
veo que los niños
no
quieren irse a la cama
en
las horas de la noche.
En
medio de la negrura
abandono
la chimenea
para
arañarles los pies,
halarlos
de las orejas,
hurgarles
bien las narices,
abrirles
mucho los párpados
y
obligarlos a mirarme
con
sus ojos aterrados.
Les
infundo pesadillas
si
no mejoran sus hábitos,
pero
en el caso contrario
los
dejo dormir tranquilos,
teniendo
en cuenta, eso sí,
que
algún astuto travieso
no
arroje sal en el fuego
para
impedir que yo escape
fácilmente
del cubil.