VIGESIMONOVENO
YO
Soy
uno de tantos gnomos
en
las montañas de Francia
y
hasta en la ordenada Suiza.
Me
llaman el Barbegazi,
quizás
por mis barbas gélidas
o
porque hiberno en verano.
No
salgo nunca del bosque,
pues
los pocos compañeros
que
han caído entre las redes
de
leñadores y aldeanos,
han
muerto poco después
en
extrañas circunstancias.
Con
mis silbidos anuncio
las
avalanchas cercanas,
y
salvo a los moradores
cuando
empiezo a deslizarme
por
los peñascos helados
como
el mejor San Bernardo.
Soy
distinto a los parientes
habitantes
del perímetro,
quizás
por mis grandes pies
que
utilizo para esquiar
y
porque bajo los carámbanos
llevo
un pelambre común.
Me
desplazo por los hielos
haciendo
diez mil piruetas
sobre
abismos verticales.
Puedo
esconderme en la nieve
por
unos cuantos segundos
y
salir de igual manera
aunque
me encuentre muy hondo.
Vivo
en complejos lugares
junto
a picos elevados
con
galerías laberínticas
y
entradas que están ocultas
entre
cortinas heladas.
Sólo
aparezco en invierno
con
bajas temperaturas
si
hay ventiscas suficientes
para
ahuyentar los intrusos
que
viajan por zonas altas.
Mi
voz es muy parecida
al
grito de las marmotas
que
habitan los Alpes suizos,
y
acostumbro comunicarme
a
larguísimas distancias,
aunque
a veces me confundan
con
vendavales alpinos,
o
el sonido de los cuernos
que
lanzan los cazadores
cuando
van por los caminos,
preparados
para todo,
en
busca de su pitanza.
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