VIGESIMOCTAVO
YO
Hermana
de Apolo el sanador,
cuando
aparecí en el mundo
exigí
los aperos de “Diana Cazadora”.
Después
de juveniles aventuras,
cargada
de mi arco y de mis flechas,
partí
hacia lugares solitarios,
con
el fin de custodiar los campos
de
mi querida Arcadia.
Veinte
ninfas escoltan la jauría
que
destierra feroz a los intrusos,
cuando
intentan tener mi doncellez
o
la de mis fieles servidoras.
Calisto
sufrió las consecuencias
de
mis certeros flechazos,
hasta
quedar ya sin vida.
Acteón,
que en mala hora
quiso
mirar mi hermosura
cuando
me estaba bañando,
fue
objeto de mi venganza
por
medio de sus mastines,
antes
de ser transformado
en
ciervo perdido y solo.
Beneficio
a los granjeros
con
magníficas cosechas
cuando
aceptan mis poderes,
y
atormento despiadada
a
los que infringen mis leyes.
Quiso
Eneo, prepotente,
desconocer
sus deberes,
haciendo
que le azuzara
aquel
feroz jabalí
que
destruyó los sembrados
y
exterminó a su familia.
Por
el mismo desacato
castigué
al rey argonauta
con
invasión de serpientes
sobre
su lecho nupcial.
Al
encontrarse conmigo,
si
estoy tensando mi arco
para
abatir algún ciervo,
deben
desviar la mirada
por
el temor de mi furia,
porque
mi gracia es el alma
de
aquellas lindas mujeres
que
el hombre tozudo y torpe
persigue
por siempre en vano.
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