PAZ
PARA COLOMBIA
Un
día, ya lejano en el recuerdo,
las
estrellas dejaron de brillar,
y
la luna, pesarosa y confundida
por
el paso de siniestros nubarrones,
faltó
a la cita de los enamorados.
Las
luciérnagas huyeron de los campos
heridas
por el rayo de la fusilería
que
surtió de relámpagos la noche.
Como
pardas serpientes, las montañas,
despojadas
de amor y de cosechas,
reptaron
solas buscando el firmamento
con
sus ojos de nieve y de volcanes,
ante
la gélida sonrisa de los dioses.
Las
aves callaron, y las aguas,
con
su verde corriente de cadáveres,
viajaron
mudas hacia el hondo mar,
que
devoró sin protesta los despojos
de
esta tierra rencorosa y vengativa.
Pero
ahora, después de mucho tiempo,
la
violencia, maltrecha y fatigada,
tomó
asiento en el borde del camino
para
escribir con temblorosa mano
lo
que un pueblo sangrante y contagiado
por
la peste del odio y la sevicia,
soñó
afligido entre dolor y lágrimas:
¡Paz
para Colombia! ¡Sí a la Paz!
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