viernes, 17 de octubre de 2014

Del libro "Poemas misceláneos"



LOS HUEVOS DE LA POESÍA

Huevo cocido

¡La poesía tiene huevo!
¿Será por tanta huevonada
que escribimos los poetas?

Si la poesía tiene huevo
debe ser un huevo bien cocido,
no tibio ni blandito,
y menos de cualquier manera.

Debe ser un huevo duro,
cocido en el caldero de la imaginación,
en las aguas hirvientes de los mares perpetuos,
sobre el horno encendido de las constelaciones,
bajo la mirada impúdica de los dioses paganos
o en la envolvente de un solitario Dios.

¿Qué mago –me pregunto–
puede cocer el huevo inasible de la poesía?
¿Entre los hervores de qué líquido
coagular su yema de amarillos ojos
y su clara transparente y pura?...

Sólo el poeta sabe semejante alquimia,
siendo el único llamado a degustar
en la mesa de los sueños tan generoso manjar.

Huevo que nunca mueres,
huevo que te cueces en cada poesía,
huevo de innumerables formas y texturas
divinas y profanas:
Quiero tus nutrientes hoy
cuando aún la vida me sonríe
como duende juguetón y tierno
entre gallinas de un mágico galpón.

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