martes, 15 de julio de 2014

Del libro "Por si las moscas"



ATRACO EN NÁPOLES

Llegué como viajero
a disfrutar de las bellezas portuarias
bajo el sol de una tibia primavera,
recorrer sus calles sin temor alguno,
mirar su cielo y su amistoso mar,
sus montañas adyacentes,
sus terrazas y balcones florecidos,
aspirar la suave brisa, los aromas,
comer sus pizzas y degustar sus vinos,
dormir con placidez, bien acunado,
entre los brazos juveniles, cálidos,
de una tierna bambina complaciente,
cosas todas merecidas y buscadas
por poetas sin rumbo y solitarios.

Así, vagando una tarde sin afanes,
el azar me presentó dos feas caras
al doblar una esquina traicionera:
Los bribones, descaradamente
acercaron un 38 a mis pulmones,
con cinco esferas ágiles de plomo,
mientras sendos cuchillos dibujaban
caminos de dolor en mi garganta.

–¡Llévense todo pero no me hieran–
rugí más espantado que arrogante,
–pues siendo un simple colombiano,
sospechoso por lo tanto para ustedes
de hacerles muy sesuda competencia,
llegué apenas a Nápoles antier
con el fin de escuchar sus barcarolas,
arrebatarle diez paisajes al Vesubio
y unos cuantos arreboles a la tarde.

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