martes, 8 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



TUNJO

A veces me convierto en Poira,
y como tal suelo llorar desconsolado
antes de lanzar mis carcajadas,
sorpresivas para los caminantes
que quieren acunarme entre sus brazos
cuando escuchan mi llanto lastimero.

Es allí que despierto y doy pavor
con mis grandes y afilados dientes.
Pero si me hacen la señal de la cruz
puedo convertirme en Tunjo
(muñeco de oro como me conocen).

Esas transformaciones las propician
los que son codiciosos y avarientos,
mientras intentan atraparme al punto.
En tales casos escapo a mi refugio,
dejándoles apenas la ilusión.

Mientras soy esa estatuilla de oro
deben guardarme en cofres especiales
fabricados con dos compartimientos:
uno de vivienda y otro de manjares.

Me agradan las semillas menuditas
y las palabras comprometedoras.
Si me complacen defeco barras finas
para enriquecer a quienes me poseen,
aunque deben conjurarme con frecuencia
los que pretendan conservar sus bienes.

Si no me proporcionan alimento,
desato lluvias, temblores y huracanes,
en los que grito, canto, toco y bailo
hasta calmar mi persistente hambre
con flores, frutas o animales.

Como Tunjo me extravío en otros casos
porque soy igualito a mis compinches
de Las Mil Noches y Una Noche:
generoso o vengativo si conviene
al interés que despierta mi poder
en los valles y montes colombianos.

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