miércoles, 23 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



ERMITAÑO

Soy el alma de Nicolás el ermitaño.
Abandoné las pompas de este mundo
en una cueva que descubrí en Ocaña
para dedicarme definitivamente
al servicio de mi Padre Dios.

Me alimentaron los ángeles en vida
con bebidas y manjares exquisitos,
servidos en recipientes de plata,
decorados con oro y piedras finas.

Pero un día los mecenas no llegaron
porque Proto mi vecino se había muerto,
un vagabundo sinvergüenza y sucio
que se arrepintió a última hora
y fue llevado al Cielo
por un ángel zalamero y grandulón.

Luego otros alados mensajeros
vinieron con las viandas de costumbre
y me hallaron invadido por la furia
mirando a mi Señor como un bellaco.

Así me sorprendió la muerte
sin tiempo para arrepentirme,
y el Diablo se aprestó a llevarme
como regalo a sus profundidades.

Desde allí lanzo blasfemias
al iniciar mi regreso cabalgando
sobre nubes que vomitan fuego
al mundo que dejé al morir,
puestas por Satán para asustar ingenuos
que descubro en contornos terrenales,
donde me llaman despectivamente
Fantasma de Nicolás el ermitaño.

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