lunes, 31 de marzo de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



MOHÁN

Muchos piensan que soy un ser mugroso
cubierto de pelos y abundante cabellera,
ojos brillantes, uñas largas y afiladas
que defienden mi figura de indio viejo.

Vivo en los montes junto a las lagunas
entre pozos oscuros y hondonadas,
peñascos y riberas de los ríos.

Unos me ven negro de cabello y piel,
estatura mediana y porte musculoso,
dios tutelar de riachuelos y quebradas
o animal de comportamiento huraño,
desconfiado, traicionero y rencoroso.

Otros me atribuyen altura gigantesca,
barba espesa, gran boca, piel quemada,
dientes de oro y aspecto demoníaco.

Obsequioso, juguetón y enamorado
persigo a las muchachas casaderas
cuando solas están lavando ropa,
y viajo en balsa por el Magdalena
tocando quena, como dice la canción.

En Boyacá y Cundinamarca
fui sacerdote muisca, no antropófago;
no robo niños para chupar su sangre
ni los aso en hogueras de hojarasca
en nocturnos y orgiásticos banquetes.

Custodio los tesoros que conservo
en charcos y peñascos donde vivo;
poseo un palacio subterráneo
donde llevo mujeres que seduzco
después de regalarles plata y oro,
narigueras, brazaletes y vestidos
con hilos de seda en las costuras
y bordes con bonitas piedras finas.

Soy travieso, hechicero y libertino,
y embrujo pescadores en los ríos
cuando juego con sus redes y carnadas;
ahogo al que se deje, en solitario,
sobre todo a los que violan mis dominios.

Cuando aparezco desnudo, sin aviso,
o cubierto con algunas hojas,
emito un vaho llamado el achacón,
que produce romadizos incurables.
Pesco diariamente y grito fuerte
en noches sin Luna y de huracanes.

Fumo tabaco y salgo a la ciudad
como un joven locuaz y vivaracho
que compra de todo, menos sal;
alegre y ya sin sol regreso a casa
sobre las aguas del río Magdalena
que acompaña mi mágico cantar.

Tengo parientes en el Amazonas,
cuenca del Orinoco y las Guayanas,
con los nombres de Hyorokón;
amistad con Cabracán de los Mayas
y con Chango, dios del trueno
entre las tribus Yorubas.

Soy emisario de los piaches
y sacerdotes nativos colombianos;
me alejé poco a poco hacia las cuevas
y lugares normalmente inhabitados,
al llegar los españoles con su espada
destrozando el territorio americano.

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