T Y R
A ti, uno de los
grandes de Valhalla,
donde moran los
dioses principales
del soberbio
panteón escandinavo,
te invoco en
esta hora de nostalgia
para implorar
tus ánimos guerreros
por mi menguado
corazón cobarde.
Con tu espada,
galardón de los enanos
que idearon la
lanza del invicto Odín,
venceré en las
contiendas venideras,
aunque en ellas
hipoteque media vida
después de
haberlo conquistado todo,
igual que el
gran Vitelio un día,
el Azote de Dios
llamado Atila
y otros rudos y
guerreros hombres
que cruzaron
peleando por la Tierra.
Mi triunfo no lo
espero, sin embargo,
en los momentos
finales del combate
contra los
fieros gigantes destructores,
sino en el
corazón de la que amo,
para evitar que
el arrogante Invierno
me condene a
morar entre las rocas,
cordilleras,
pendientes y sabanas
donde afianza su
imperio congelado.
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