A KARLA
Has conocido el infortunio,
la dicha y el dolor.
Más allá de tus errores,
eres como el agua que fluye
sobre la arena blanca.
La ponzoña de la víbora
no ha prosperado en tu alma,
y el vuelo del águila circunda
tus anhelos de madre y compañera.
Los arreboles danzan en tu frente
mientras cruzas impávida
los penosos senderos de la vida,
donde residen los enigmas
que te llevan a la sabiduría.
Por estas y otras cosas,
te amamos y te vemos
más bella que un cielo bogotano
en los atardeceres de sol.
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