SÚPLICA
DESESPERADA
DE
UN AMANTE DEBILITADO
AL
ARCÁNGEL BICEFAEL
Consuelo
de Dios
que
provocas los pecados del mundo,
no
le niegues a mi amada
(por
delante y por detrás)
el
éxtasis continuo de tu divina gracia.
Ayúdame
a consolarla en noches necesitadas,
llenas
de luna y de estrellas,
o
cuando la oscuridad lame como un perro
los
bordes de su cama.
Oh,
seguro Arcángel mío:
No
me dejes solo con mi amada
–perra
en celo que no sacia fácilmente
sus
furores uterinos–,
porque
estoy exangüe de amarla,
ya
no respondo a sus besos
ni
a sus caricias como antes;
mi
cerebro está muy débil
y
no resiste sus ansias.
Oh,
Bicefael: Anda conmigo siempre
y
apunta tu erección perpetua
contra
sus piernas de fuego,
donde
queman como un horno
su
sonrisa vertical
y
su culito anhelante de putilla en cierne,
mientras
consigo reanimarme
para
atacar de nuevo,
tú
que no decaes ni te fatigas
porque
tu cuerpo de látex
es
más duro y más fiero
que
mi pobre puñal de carne y piel.
Ayúdame
y no te arrepentirás,
tú,
que sabes tanto de las buenas obras,
que
conoces bien las decisiones de Dios,
no
sea que piense locamente
que
talvez ya no la amo,
que
me tienen sin cuidado sus deseos eróticos,
o
lo que sería más aterrador:
que
al final de mi vida decidí volverme santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario