MI
CORAZÓN PIRATA
Una
puta a quien amé con toda el alma
me
enseñó que la lengua hay que lavarla
para
que el mal aliento no haga estragos,
la
saliva sea más apetecible
y
los labios más sensuales al besar.
Era
muy joven y yo también lo era,
pero
su experiencia en el amor
sobrepasaba
en mucho mi pobre ingenuidad.
Hoy
recuerdo, sumido en la nostalgia,
que
fuimos dos amantes con esa fuerza ciega
de
los que tienen todo aunque de nada saben.
Su
cuerpo licencioso era una seda ardiente
guardiana
de sus grutas húmedas y tersas
y
aquel dulzor salobre de ostra con melado.
Fue
así como entendí que hay más ternura y vida
en
putas declaradas que en vírgenes de loza,
que
aquéllas son el nervio profundo del océano
y
éstas (pobres tontas), si acaso pueden ser
algún
yerbajo estéril prendido en la ribera.
Entonces,
para siempre, mi corazón pirata
soñando
con las putas se enamoró del mar.
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