MULA
HERRADA
Lanzo
fuego por las fosas nasales
y
aparezco en todos los poblados
mientras
cruzo las calles solitarias
camuflada
en mi pelambre negro.
Fui
amante de un clérigo bellísimo
y
por eso me echaron maldiciones
hasta
dejarme convertida en mula.
Me
desplazo sin temor por Bogotá
desde
tiempos coloniales y violentos,
ensillada
y orgullosa como nadie,
yendo
de Sur a Norte y viceversa,
mientras
chispeo con mis herraduras
sus
callejas angostas y empedradas.
Allí
suponen que soy el propio Diablo
o
el alma del capitán García Zorro,
muerto
sin confesión y excomulgado,
que
ruega perdón, responsos y sufragios
por
los fríos rincones de Las Nieves.
Hoy
como antaño todo sigue igual,
y
aunque Bogotá me haya olvidado
persisto
sin tregua en mis andanzas
saturando
de miedo a los cristianos,
que
no pueden ignorar mis correrías
en
noches sin Luna y tempestuosas,
por
diferentes regiones colombianas.
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