miércoles, 12 de septiembre de 2012

Del libro "Las islas de pescador"


EL CAMINO
A Jorge Arturo Agudelo.

Conformé las entrañas de la Tierra
o fui ola en constante movimiento
sobre las aguas del mar.
Por mí se batieron los imperios
y entregaron su amor las más bellas mujeres.
Los caminantes apagaron su sed
en las fuentes de mi linfa pura.
En los altares, purifiqué ante los dioses
a todo el género humano.
Me sentí preferido en la mesa de los reyes
y acariciado en el pecho de nobles y princesas.
Fui azahar en las sienes de las desposadas,
pan, techo y vestido en los hogares más humildes,
sin escatimar la variedad
y abundancia de mi especie,
pues ninguno como yo
practicó con tanto empeño la generosidad.
Ayudé al infeliz y al poderoso;
de mí se nutrieron todos en infinitas formas.
Aligeré su carga y fui compañero sin dobleces
hasta en las horas de mayor peligro.
Siempre perseguido,
jamás perseguí por placer o iniciativa propia,
salvo en casos de hambre,
en defensa de los míos o de mis territorios.
Sin mí,
una vida superior hubiera sido imposible,
o demasiado triste.
Descubrí muchos y variados instrumentos
para el desarrollo de mis facultades.
El pasado estuvo a mi servicio
como palanca y apoyo hacia el porvenir.
En el horizonte vislumbré
las agitadas manos de los dioses
brindándome un escaño en el divino banquete.

Ahora dime, sabio y bondadoso amigo:
¿Qué hacer para evitar el regreso
a la noche que no cesa?
A merced de la furia y la tiniebla
está el que necesita de tu mano.
Habla, tú que conoces el camino.
Sólo un plumón de tus inmensas alas
esperan mis hombros fatigados
para el viaje infinito.

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