martes, 31 de julio de 2012

Del libro "La calle de las complacencias"


MASCULINA

Mientras más exquisito sea el placer,
menos necesita de una teoría.

Escoger el rincón más apartado de la casa,
de preferencia un lugar iluminado
donde el aire penetre sin dificultad
hasta el objeto anhelante.

Ensanchar los pulmones
y proveerse de un recuerdo lascivo
sobre el hombre o la mujer deseados.

Con la imaginación
entreabrir las puertas de la alcoba...
y de las piernas
observándolo (a él o a ella) deleitosamente
de Sur a Norte, de Oriente a Occidente,
sin olvidar los otros rumbos
en que está dividido el horizonte.

Mirarlo (a él o a ella) desnudo
como un durazno jugoso
junto a las turbas hambrientas.

Proseguir luego con los demás preparativos
inventados por nuestro acoso carnal,
antes de cerrar los ojos y fruncir el ceño,
en la seguridad del éxtasis.

No parar los suspiros, recuerdos y manipulaciones
hasta ver que el universo, regresando en el tiempo,
ilumina con su juego nuestro inminente Big Bang.

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