lunes, 9 de julio de 2012

Del libro "El panteón incompleto"


MAHATMA

No se olvida tu silueta flaca
y cubierta por un simple taparrabo.
Agitador en pañales te dijeron
los parlamentarios británicos.

Para Churchill fuiste apenas
un sedicioso faquir
cuando humillaste sus tropas
en la Marcha de la Sal aquel 21 de mayo,
no por la fuerza de las armas
sino por tu doctrina de ahimsa.

Bebiste en el Nuevo Testamento
y declaraste que sus palabras
te mordían el corazón.

No tuviste soldados a tu mando
ni autoridad formal alguna,
pero moviste los cimientos del Imperio
con tu ayuno y tu palabra inaudible.
Sufriste cárcel,
que no fue para ti cárcel sino templo.

Casarte a los 13 años
no impidió estudiar derecho en Londres,
tomar clases de baile y practicar oratoria.
Aprendiste la resistencia pacífica
leyendo a Tolstoi
y demás defensores de la protesta civil.

Trataste como nación a una colonia
asolada por hambrunas y por plagas,
que vivía bajo la férula de las supersticiones.
Aceptaste a los ateos, racistas y violentos
porque viste en ellos una gran familia,
incluyendo a los intocables.

Asombraste a los occidentales
con tu insólita visión frente a la guerra,
vetando la fabricación de armas.
Sugeriste a los judíos el suicidio colectivo
como repudio al nazismo,
sosteniendo que un acto de tal naturaleza
sería una herencia espiritual tan grande
que despertaría la conciencia pública
en todos los países.
Aunque muchos dudaron de tus métodos,
nadie pudo dudar de tu entereza.

El 15 de agosto de 1947
el mundo vio nacer un nuevo Estado.
Tus cenizas
dispersas por los ríos de la India
pagaron el tributo de la inmortalidad.
Dijo Nehrú:
Se ha ido la luz de nuestra vida.

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