miércoles, 16 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



JINETE NEGRO

Fui Antón García de Bonilla,
caballero de tiempos coloniales,
que ordenó a sus esclavos construir
en una de sus fincas predilectas,
varios lagos junto al Magdalena.

Al morir me torné mito viviente
en tierras de Antioquia y Santander,
siempre vestido de luto y cabalgando
por las noches en mi mula negra.

De mis hombros cuelga un encauchado
con el que cubro mi cuerpo totalmente,
y en la cabeza luzco gran sombrero
grueso y alón, también de color negro,
que oculta mi espantosa calavera.

Mi paso es percibido por el rastrilleo
que produce mi mula en empedrados
y el crujir de mi ruana hecha de caucho,
por mi elegancia tras la capa negra
y altivo porte hasta después de muerto.

Fumo cigarros de diversa marca
y frecuento poblados dormitantes
que anidan quietos en las cordilleras
en noches siempre negras y de negro,
porque negro es el blanco de los seres
que nos vamos del mundo de los vivos
hasta un regreso fantasmal y fiero.

Del libro "Poemas montaraces"



LA VIUDITA

Como María la Larga, mi colega,
soy uno de los mitos pueblerinos
que tiene sus raigambres en Nariño
y otros sitios del suroeste colombiano.

Me imaginan una vieja setentona
envuelta en su mantilla verde
y un vestido negro que le cubre
de la cabeza a los pies.

Con caminar menudo y rápido
me desplazo por callejas y jardines
en busca de sótanos profundos
y sacristías recién abandonadas,
presagiando muertes y desgracias
a los crédulos y obtusos pobladores.

Acostumbro transportar borrachos
hasta el último rincón del cementerio,
dejándolos allí muertos de miedo,
aunque suelo contentarme a veces
con asustarlos de regreso a casa,
al hallarlos muy tarde de la noche
en lugares sin ningún provecho.

Aliñarme es mi deporte preferido,
igual que alborotar mis naguas,
pero al verme delante de un espejo
todos se dan cuenta, estremecidos,
que soy apenas una horrible calavera
cuyas cuencas y boca desdentada
lanzan llamas quemantes y mortíferas
de manera demoníaca y permanente.

Del libro "Poemas montaraces"



TRES MITOS

1
Según muchas leyendas antioqueñas
somos seres impalpables que nos gusta
revelar los secretos más oscuros
al oído de personas inocentes.

En noches de Luna salimos a decir
las cosas que se quieren escuchar,
porque somos así las Ilusiones:
indiferentes a mentiras y verdades
susceptibles de jurar o discutir.

2
Soy Bola de Fuego, y por las noches,
en campos de Colombia y Venezuela,
ruedo como un farol grandísimo
alumbrando mi propio recorrido,
desde la punta de los altos picos
hasta el inicio del extenso Llano.

Me acerco a las personas solitarias,
que maldicen si quieren verme lejos
o rezan si desean que esté próxima.

Nada más para decir en esta historia,
y si hay interesados que investiguen
en el viejo anaquel de su memoria.

3
Los que me oyen a la media noche
o en altas horas de la madrugada
murmurando como una multitud
por recodos y calles pueblerinas,
saben que me llamo Ánima Sola,
que sufro Purgatorio sin descanso
hasta el último instante de la vida,
cuando llegue el anunciado Juicio.

Dos días al año, cuando canta el gallo,
recibo siempre congratulaciones
porque muestro guacas y demás tesoros
como prueba de bondad y buena suerte
para los vivos que jamás me olvidan.

También cuido los campos y poblados
procurando mantenerlos protegidos
contra peligros como la escabechina
y otros no menos destructores y áridos.

Del libro "Poemas montaraces"



EL CAZADOR

Los campesinos tolimenses piensan
que pueden escucharme entre los árboles
y puntos alejados donde hay caza,
con mi grito melancólico y profundo
y el también desconsolado de mi perro
cuando ladra en mitad de la espesura.

Soy cazador maldito desde antaño
por salir al monte un Viernes Santo,
cuando a nadie se permite trabajar
ni desplazarse en busca de animales.

Así que al disparar contra una presa
ésta huyó sin descanso noche y día
llevándome hasta el centro de la selva,
donde una fuerza extraña me ocultó
de los hombres y mujeres, mis hermanos.

Hoy mi grito lastimero puede oírse
en los bosques espesos y lejanos,
igual que el aullido tremebundo
de mi perro cansado y dolorido.

Se percibe mejor mientras se reza
por el miedo que produce mi alarido,
al perder la integridad frente al embrujo
que manejo en las montañas del Tolima
y otros sitios del croquis colombiano.